Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.
Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.
Por ahí un papelito
que solamente dice:
Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.
Y este fragmento:
La lenta máquina del desamor
los engranajes del
reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los
besos
y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo
ya
no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,
mi
amor.
"Bolero". Julio Cortázar.
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando
lentamente de mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las
ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de
aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizá, poco a
poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina
diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste mas
que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.
Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle,
y nos saludaremos.
Yo pensaré quizá: " Qué linda es todavía."
Tú quizá
pensarás: " Se está poniendo viejo "
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o
con otra.
o tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.
Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río
oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha
visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches
tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez
menos....
Y pasará la vida. Yo seguiré soñando;
pero ya no habrá un
nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente
y
sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
(Y quizá, para entonces, al cruzar
una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.)
Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos para
siempre cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos
blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera
renacerán las rosa,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya
muerto.
Elegía para ti y para mi. José Angel Buesa.