Friday, October 31, 2014


"Fermina Daza estaba en la cocina probando la sopa para la cena, cuando oyó el grito de horror de Digna Pardo y el alboroto de la servidumbre de la casa y enseguida el del vecindario. Tiró la cuchara de probar y trató de correr como puedo con el peso invencible de su edad, gritando como una loca sin saber todavía lo que pasaba bajo las frondas del mango, y el corazón le saltó en astillas cuando vio a su hombre tendido boca arriba en el lodo, ya muerto en vida, pero resistiéndose todavía a un último minuto al coletazo final de la muerte para que ella tuviera tiempo de llegar. Alcanzó a reconocerla entre el tumulto a través de las lágrimas de dolor irrepetible de morirse sin ella, y la miró por última vez para siempre jamás con los ojos más luminosos, más tristes y más agradecidos que ella no le vio nunca en medio siglo de vida en común, y alcanzó a decirle con el último aliento:
—Sólo Dios sabe cuánto te quise."

Gabriel García Márquez. El amor en los tiempos del cólera.

Friday, October 24, 2014

“Queda mucho por sentir"


... queda un sol pendiente en los cielos por nacer,
queda un beso que no me diste al apurar tu adiós.

Y de tu amor fugado se me despierta un suspiro
¡no hay tantos corazones para llenar tu vacío!...


Me queda mucha rabia aguardando en el corazón,
porque no son justas las suertes del hombre en su doler,
porque no es muda la lágrima que a otras va de seguir.

No me pidas el silencio de mi callar,
(la rabia es la otra cara de tanto amar).

Queda mucho puño alto levantado de paz,
queda escondido en mis pasos un camino para labrar.

¡Ay! Si se me ahoga ese dolido en el pecho,
que es otro yo en distinto pellejo.
Queda mucho para gritar su nombre olvidado,
pues la justicia es la miel que hace el hombre,
estrechando al par igual hermanado.
¡Ay! Que tantas mentiras las diferencias esconden.

Queda por sentir todavía un abrazo hondo
sin distancias ni miedos torpes,
si bien eres en ti como otro yo entonces,
¡te quiero tanto, aunque no te conozco,
ni de manos, ni de rostro, ni de nombre!

 Jacques Pierre.



Tuesday, October 21, 2014


"No había malos recuerdos en su sueño infantil: no le quedaban recuerdos de sus magníficos días universitarios ni de los años espléndidos en que rompía el corazón de tantas chicas. Sólo existían las blancas, seguras paredes de su cuna, y Nana y un hombre que venía a verlo de vez en cuando, y una inmensa esfera anaranjada, que Nana le señalaba un segundo antes del crepúsculo y la hora de dormir, a la que Nana llamaba el sol. Cuando el sol desaparecía, los ojos de Benjamin se cerraban, soñolientos... Y no había sueños, ningún sueño venía a perturbarlo.

El pasado: la salvaje carga al frente de sus hombres contra la colina de San Juan; los primeros años de su matrimonio, cuando se quedaba trabajando hasta muy tarde en los anocheceres veraniegos de la ciudad presurosa, trabajando por la joven Hildegarde, a la que quería; y, antes, aquellos días en que se sentaba a fumar con su abuelo hasta bien entrada la noche en la vieja y lóbrega casa de los Button, en Monroe Street... Todo se había desvanecido como un sueño inconsistente, pura imaginación, como si nunca hubiera existido.

No se acordaba de nada. No recordaba con claridad si la leche de su última comida estaba templada o fría; ni el paso de los días... Sólo existían su cuna y la presencia familiar de Nana. Y, aparte de eso, no se acordaba de nada. Cuando tenía hambre lloraba, eso era todo. Durante las tardes y las noches respiraba, y lo envolvían suaves murmullos y susurros que apenas oía, y olores casi indistinguibles, y luz y oscuridad.

Luego fue todo oscuridad, y su blanca cuna y los rostros confusos que se movían por encima de él, y el tibio y dulce aroma de la leche, acabaron de desvanecerse".
 
 
 
 

El curioso caso de Benjamín Button. Cuento clásico, parte final. Francis Scott Fitzgerald.

Tuesday, October 07, 2014

El mundo.

 
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. El mundo es eso -reveló- Un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
 
Eduardo Galeano.
  
 

"Un día estaba en el bar, en el intermedio entre dos carreras, y vi a esta mujer. Dios o quien sea no para de crear mujeres y de lanzarlas al mundo, y el culo de ésta es demasiado grande y las tetas de esta otra son demasiado pequeñas, y esta otra está chiflada y aquélla es una histérica, y aquella otra es una fanática religiosa y ésa de más allá lee hojas de té, y ésta no puede controlar sus pedos, y la otra tiene una narizota, y ésta tiene piernas como palillos...
Pero de vez en cuando surge una mujer toda en sazón, una mujer que estalla fuera de sus ropas... una criatura sexual, una maldición, el acabóse. Miré y allí estaba, en el fondo del bar. Estaba bastante bebida y el camarero no le quería servir más y ella empezó a organizar un escándalo y llamaron a uno de los policías del hipódromo. El policía la cogió del brazo llevándosela para fuera y ella no paraba de discutir.
 
Acabé mi bebida y los seguí."
 
El cartero, novela. Charles Bukowski.