Laura: - Tantos años que nos conocemos y todavía no tenemos nada de que hablar. (Silencio) ¿En qué pensás?
Jorge: - En nada.
Laura: - ¿Cómo se hace para no pensar en nada?
Jorge: - Práctica.
Laura: - Estás borracho.
Jorge: - No, borracho no. Un poco picadito nada más.
Laura: - Tendrías que cuidarte ¿no? Bah después de lo que pasaste.
Jorge: - Ah ¿te enteraste? ¡Qué tipos!
Laura: - Bueno, pero ¿estás bien ahora?
Jorge: - Por supuesto. Sí, muy bien. Fue un simple y vulgar intento de suicidio, nada como para cortarse las venas. ¿Y vos?
Laura: - ¿Qué?
Jorge: - ¿Cómo estás? y ¿cómo va la vida? De madre y esposa, digo.
Laura: - Bueno, madre a secas. Me separé.
Jorge: - Ah, perdón. No sabía nada.
Laura: - No, no hay problema. Estábamos mal desde antes de tener el bebé, así que...
Jorge: - Y bue, se aprende. Bah, no se aprende un carajo. Es divino tu hijo. Digo por lo poquito que lo vi, divino. ¿Cómo se llama?
Laura: - Jorge.
Jorge: - ¡No!
Laura: - No boludo, cómo se va a llamar Jorge. Gonzalo se llama.
Jorge: - Laura, mira. La última vez que nos vimos yo quedé un poco...
Laura: - Prefiero no hablar de la última vez que nos vimos. (Cambiando de tema) Marita me contó que lo de Marquez fue idea tuya. Está bien eso. (Suena un trueno) Me parece que nos vamos a tener que ir.
Jorge: - Sí. ¿Qué pasa, no te gusta más la lluvia en la cara?
Laura: - Ah, es cierto. Me había olvidado. No pero no cae igual. (Jorge le toca la cara con cariño)
Jorge: - ¿Qué? ¿Tenés miedo?
Laura: - No, ya estoy grande.
Jorge: - Yo también, por eso.
Laura: - Una vez te dije que no quería hacer más boludeces ¿no?
Jorge: - También me dijiste que no estabas enamorada, pero que eso no importaba, que lo importante era el cariño, el respeto, que el amor te quema.
Laura: - Cambié de idea. Ahora quiero algo que por lo menos me chamusque un poco. (Ambos ríen) ¿vos no?
Jorge: - Yo... ¡Qué sé yo! Yo de eso no sé nada.
Laura: - ¿Cómo? ¿y los cuentos maravillosos que escribías?
Jorge: - Eran una porquería, Laura. Te gustaban solamente a vos. El amor, el heroísmo, la pasión.. ¿quién me manda a mí escribir sobre cosas que no tengo la menor..? sobre el miedo tendría que escribir yo. El miedo... cátedra. (él empieza a llorar mientras sigue hablando) Por miedo te perdí, por miedo hago un laburo que odio. Le fallé a Mastronardi, a su hijo, a.. Perdoná, estoy un poquito... no quería. Yo siempre pensé que lo que tocaba se iba a convertir en oro. Mirá vos. Todo lo que toco se convierte en mierda.
(Jorge llora)
Laura: - Bueno no está mal para empezar.
Escena final de la película argentina "El mismo amor, la misma lluvia" (1999), protagonizada por Soledad Villamil y Ricardo Darín y dirigida por Juan José Campanella.